Contra diestra y siniestra
El libro prohibido de la economía (2015), Fernando Trias de Bes
Texto por: Celia Sales Valdés
“La humanidad está resolviendo el problema económico”, de modo que “cada vez habrá más clases y grupos de personas para quienes los problemas de la necesidad económica hayan desaparecido”. Esto profetizó, bien entrado el siglo anterior, el economista británico J. M. Keynes en “Las posibilidades económicas de nuestros nietos" (1930). Ochenta y cinco años después, y en medio de una nueva crisis, otro economista, ahora catalán, se ha propuesto desvelar de qué manera bancos, marcas, gobiernos y empresas se han aprovechado del sistema para engañar a la gente.
El libro prohibido de la economía (2015) de Fernando Trias de Bes busca explicar cómo se han “mancillado” los conceptos económicos. Con un formato de breve enciclopedia o diccionario, se discuten más de cien conceptos de la usual jerga económica proporcionándonos, de cada uno de ellos, dos definiciones, la oficial (“lo que debería ser”) y la prohibida (“la forma en que se está utilizando”). El autor presenta este libro como una herramienta para evitar que nos engañen o, si acaso, para que nos engañen menos, pero a medida que nos adentramos en él nos damos cuenta de que se trata de una especie de guía de autoayuda para un cierto público. Si lo que decía el británico se dirigía a los liberales, las palabras de Trias de Bes parecen concernir ante todo a los empresarios.
En el primer capítulo se exponen las abusivas estrategias de marketing y también las "claves" para evitar consumir más de lo necesario. Que no se trata de nada nuevo se refleja en el hecho de que se apoya en la conocida pirámide de Maslow de las necesidades humanas. Más útil para el lector, sobre todo para el ignorante en economía (y en tecnología), resultará su crítica al fenómeno de la obsolescencia en la medida en que ha sido ideado para vaciar los bolsillos del consumidor.
El inicio del segundo capítulo arremete contra el gobierno. Toma la palabra a Keynes ("la economía es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos") para denunciar los "impuestos especiales" que convierten al gobierno en "el primer fumador, el primer alcohólico y el primer ludópata del país". Pero el punto más discutible de esta parte es el que atañe a los impuestos ordinarios, y aquí Keynes deja de ser el referente del "liberal indignado" Trias de Bes, para quien "desde que Keynes parió su Teoría general el ahorro está mal visto y el gasto bien considerado". Si al economista de Cambridge se le conoce por su defensa de la progresividad fiscal, el profesor de ESADE se empeña en desvincularse de cuanto huela a socialdemocracia: "Vemos a políticos como Pablo Iglesias diciendo que los que más tienen deben pagar más impuestos para compensar a los que no tienen. ¿Por qué no dicen que los que ahorran deben compensar a quienes no han ahorrado?". Si el temor de Keynes era la "religión" comunista, el enemigo de Trias de Bes es Podemos, el único grupo citado y contra el que lanza su carga irónica. Leyendo esta parte, una no puede dejar de pensar que confunde "ahorradores" con "trabajadores": "esforzarse y arriesgar para ingresar el doble que otro se traduce en disfrutar de una cuarta parte más que este", como si "esfuerzo" y "riqueza" fuesen intercambiables. ¿Acaso no se esfuerza quien tiene dos o más trabajos y apenas alcanza a subsistir, en tanto que ciertas tareas directivas o consultivas se remuneran con sueldos de escándalo? ¿no será que el problema está en quién puede ahorrar y quién no, esto es, en las diferencias de rentas? Mayor desparpajo gasta el autor al tachar de "tontos" a los que pagan religiosamente sus impuestos y, en cambio, nada dice de los paraísos fiscales. La corrupción y el fraude que denuncia no pasan de ser el pequeño fraude del que cobra en negro o la corrupción de este o aquel político o empresario. ¿Qué hay de los miles de millones de euros evadidos de que nos hablaba M. Ángel Mayo, del sindicato GESTHA? La "eutanasia del rentista" que pronosticó en su época Keynes parece haberse convertido en la "fuga del rentista".
Sí es beligerante el capítulo de los bancos, que, como es bien sabido, "cobran por prestar más de lo que pagan, cuando son ellos quienes piden prestado", y, encima, son los que reciben más rescates. Aunque deberían cumplir una función social, lo cierto es que someten a sus empleados para que cumplan, como sea, con los fines expansivos de las entidades y el incremento de los beneficios de los accionistas. "La banca siempre gana", ciertamente, dice Trias de Bes, y, además, "de la mano del poder, la quiebra es imposible".
En cuanto al panorama empresarial, el diagnóstico del autor no puede ser más desolador: "En España tenemos el mayor índice de asesinos de empresas de Europa", fenómeno que achaca a la incapacidad de los que las dirigen (principio de incompetencia de Peter). Lo que no impide la loa a la emprendeduría: "Igual que toda mariposa fue gusano, todo empresario fue emprendedor".
Como vemos, tortas a diestro y siniestro, sin que escapen del pertinente guantazo los "gurús", los "grandes vendedores de humo".